Fachada de San Pablo |
El convento de Dominicos de San Pablo fue fundado en 1276
por la reina Doña Violante de Aragón y Hungría, esposa de Alfonso X el Sabio,
la cual cedió los terrenos para su edificación. En dichos terrenos existía una
pequeña ermita, junto a la cual los frailes edificaron unas modestas
construcciones que se fueron ampliando y transformando a lo largo del tiempo
merced a las donaciones que recibían.
En 1286 Doña María de Molina, esposa del rey Sancho IV
reedificó con magnificencia el convento en un solar cedido por el Concejo a los
dominicos al norte de la ciudad, y aunque no pudo acabarlo en vida, hizo un
testamento donando a los dominicos las rentas que le pertenecían para que con
ellas acabasen de construir la iglesia y el claustro que ella había iniciado.
En este convento tuvieron sus casas la reina Catalina de
Lancaster y su hijo Juan II siguiendo la tradición castellana de habitar en
conventos-palacios. El convento llegó a ser uno de los más importantes de la
orden, y en su iglesia ocurrieron acontecimientos de gran trascendencia
histórica, como fueron los bautizos de los reyes Felipe II, Felipe IV, y la
hija de Felipe III, Doña Ana Mauricia, así mismo recibieron sepultura
personajes de alta alcurnia como el infante Don Alfonso, hijo de Sancho IV y
María de Molina, el rey Juan II, hasta su traslado a la Cartuja de Miraflores,
y la reina María de Portugal, esposa de Felipe II, hasta su traslado al panteón
de reyes en El Escorial. El convento llegó a albergar grandes riquezas
artísticas, hoy en día desperdigadas o perdidas, en la actualidad, del mismo
tan solo queda la iglesia y la sacristía.
Entre 1445 y 1468 el cardenal Fray Juan Torquemada, tío
del inquisidor Tomás de Torquemada, reedificó los edificios que existían, ya
que estos se habían quedado pequeños y en algunos casos ruinosos, también
reedificó la iglesia financiando su construcción gracias a las bulas papales.
Cuando en 1468 murió Fray Juan de Torquemada, este había concluido todos los
edificios del convento, así como la cabecera, el crucero y la nave de la
iglesia con su cubierta de madera.
Tribuna - Balcón del Duque de Lerma (Foto de http://sanpabloysangregorio.dominicos.es) |
El mecenazgo de las obras fue continuado por otro
dominico, Fray Alonso de Burgos, confesor de Isabel la Católica y obispo de
Palencia, el cual completó la construcción del claustro principal, el
sobreclaustro, coro, refectorio, la parte baja de la fachada, y las portadas
del crucero, además del anejo Colegio de San Gregorio y su capilla funeraria;
contratando para tal fin a los
arquitectos hispano-flamencos Juan Guas y Simón de Colonia. La sacristía fue
patrocinada por el cardenal Fray García de Loaysa, confesor de Carlos I, y
presidente del Consejo de Indias, configurando un espacio cúbico cubierto con
una bóveda estrellada, decorada con los escudos de la Orden y figuras de santos
dominicos, siendo edificada en torno al año 1550.
En 1601 con el traslado de la corte a Valladolid, Don
Francisco de Rojas y Sandoval, valido de Felipe III, y conocido como del Duque
de Lerma, se convirtió en el nuevo patrono de la iglesia, con la idea de que su
capilla mayor sirviera para el descanso de sus restos y los de su esposa. Realizó
una transformación bastante importante para adecuarla a su nueva función de
capilla funeraria, así mismo modificó todo el cuerpo de la nave, levantando la
altura de la cubierta de la iglesia, situó una tribuna-balcón para asistir al
culto en la cabecera, y construyó el actual nivel elevado, bajo el cual se
encuentra la cripta funeraria. En la construcción de la tribuna-balcón, así
como en la puerta dórica de la sacristía, trabajó Juan de Nates siguiendo las
trazas de Francisco de Mora.
El Duque de Lerma costeó la reforma de la fachada, en la
cual se aumentó su altura primitiva, se introdujeron los escudos de la casa
ducal de Lerma, las cuatro figuras de los evangelistas, la repisa de la Virgen
y los machones que enmarcan la fachada con sus correspondientes espadañas para
las campanas. Todas estas reformas las realizó por su afán de manifestar su
grandeza y poder a través de las obras de arquitectura.
Desde 1613 a 1616 se efectuaron reformas en algunas
capillas de la nave y en el coro bajo, siguiendo la dirección de obra de Diego
de Praves, el cual utilizó el estilo herreriano.
En la primera década del siglo XIX comenzó la decadencia
del convento, favorecida por las guerras napoleónicas y las desamortizaciones.
En 1809 entraron en la ciudad los soldados franceses, siendo acuartelados en el
convento e iglesia, donde causaron importantes daños. El convento fue demolido
para la construcción del actual Instituto Zorrilla, con su piedra se construyó
la antigua Academia de Caballería.
En 1835 por disposición del Capitán General de Castilla
la Vieja llegó la exclaustración y los frailes tuvieron que abandonar el
convento, fue derruido lo poco que quedaba, respetando tan solo la iglesia
conventual. En 1893 la comunidad fue restaurada y se tuvo que adaptar la antigua
sacristía para utilizarla como vivienda conventual. En 1968 un incendio afectó
a las cubiertas, las cuales se reconstruyeron con hormigón, en los primeros
años del siglo XXI tanto la iglesia como su fachada han sido objeto de una
importante restauración.
Planta de la iglesia |
La iglesia sigue el estilo que se desarrolló en Castilla
durante el reinado de los Reyes Católicos conocido como gótico isabelino, así
mismo al corresponder en el tiempo con el gótico tardío, se configura según una
planta cruciforme, presentando una nave con cinco capillas laterales por cada
lado entre los contrafuertes, abiertas y comunicados entre sí mediante
pasillos, y dos capillas absidales; crucero en la misma línea que los muros,
capilla mayor como prolongación de la nave, y ábside con forma ochavada; a los
pies un coro alto que ocupa el espacio de las tres últimas capillas. Se cubre
con bóvedas de crucería gótica, con terceletes las de la nave, y ligaduras las
del crucero y capilla mayor. La bóveda de la nave descansa sobre ménsulas
renacentistas realizadas hacía 1540. La decoración de las bóvedas fue realizada
a principios del siglo XVII por Francisco Martínez, el cual estucó y doró las
bóvedas, rematando las claves con el escudo del Duque de Lerma. Tras el
incendio de 1968 y el posterior hundimiento de las bóvedas de la capilla mayor
y del crucero, estas se encuentran sin decorar. Los pilares góticos primitivos
fueron consolidados y reforzados con otros renacentistas que los envuelven y
ocultan en su interior. En los testeros del crucero se disponen dos portadas
realizadas en piedra por el taller de Simón de Colonia hacía 1490, la de la
izquierda permitía el acceso a la capilla del Crucifijo, que posteriormente se
utilizó como salida al claustro y la de la derecha se configuró como portada de
la capilla funeraria de Fray Alonso de Burgos.
Nave de la iglesia (Foto de http://sanpabloysangregorio.dominicos.es) |
Del interior destaca su capilla mayor, decorada con una
gran talla en madera policromada de Jesús Crucificado, obra de Juan de Juni de
1572, en el frente izquierdo una imagen de la Virgen del Rosario de 1896, en
las hornacinas que en un principio ocuparon las estatuas orantes de los Duques
de Lerma, se hallan esculturas mutiladas de santos dominicos pertenecientes al
primer retablo, encargado a Gregorio Fernández en 1613 y que fue destruido en
el incendio de 1968, en el muro izquierdo se puede apreciar la tribuna-balcón
de los Duques de Lerma realizada por Juan de Nates en el siglo XVII. En las
capillas absidales se encuentra la imagen de Santo Domingo de Guzmán y un
Cristo Yacente, ambas esculpidas por Gregorio Fernández. En la sacristía se
halla un crucifijo de menor tamaño que el del presbiterio atribuido a Francisco
Alonso de Ríos, el crucero está decorado con dos pinturas de Bartolomé de
Cárdenas que se encontraban en el desaparecido retablo mayor.
Cabecera de la iglesia sobre la Cripta (Foto de http://sanpabloysangregorio.dominicos.es) |
De las capillas laterales destacan entre otros el Cristo
Yacente de la capilla de Santo Domingo, obra de Gregorio Fernández de 1610, el
retablo rococó del siglo XVIII situado en la capilla de San José, obra de Luis
Salvador Carmona, el retablo neoclásico de la capilla de Santa Catalina del
siglo XIX, la bóveda nervada con la bella clave de madera policromada de la
capilla de la Virgen de Fátima, y los dos retablos de las capillas de San Pío V
y del Corazón de Jesús de estilo rococó y barroco respectivamente.
Posible aspecto de la fachada antes de la reforma efectuada por el Duque de Lerma |
La fachada se realizó en varias fases debido a la
ampliación de la iglesia que realizó el Duque de Lerma cuando obtuvo su
patronato. Está formada por tres cuerpos, se puede identificar en la parte
central baja la obra de Fray Alonso de Burgos, un proyecto completo de fachada
perteneciente a los últimos años del siglo XV, de las arquitecturas
hispano-flamígeras, llegadas a Valladolid desde Burgos, siendo su autor Simón
de Colonia. En ella tras el impresionante repertorio escultórico, podemos
reconocer un esquema de hueco central flanqueado por torres, albergando un gran
arco guardapolvo rematado por un óculo-rosetón de cuajada celosía,
correspondiente a un espacio de nave única. En este cuerpo destaca un relieve
con la escena de la Coronación de la Virgen en presencia de Fray Alonso de
Burgos arrodillado ante los Santos Juanes, sobre este relieve se encuentran
unos ángeles tenantes con el escudo del Duque de Lerma. El cuerpo intermedio,
en el que se debieron insertar esculturas provenientes de una fachada anterior
próximas al taller de Gil de Siloé, y otras nuevas talladas para la ocasión, se
desarrolla en un marco arquitectónico ordenado según una retícula, heredada de
las fachadas retablo, aunque resuelta de una manera menos ornamentada. El
conjunto se remata con un frontón triangular, en el cual, sobre un fondo de
escamas se dispone un escudo de los Reyes Católicos. El frontón presenta la
misma identidad estilista que el cuerpo bajo, y aunque pertenece a la obra de
Simón de Colonia, la decoración que le envuelve no es gótica sino renacentista.
Completan la fachada dos machones laterales rematados por pequeñas espadañas,
los cuales presentan las armas y lápidas indicativas de los Duques de Lerma. El
conjunto de la fachada, a pesar de las distintas fases y momentos históricos
resulta bastante homogéneo y ordenado, dando lugar a una arquitectura completa
a pesar de la independencia de las partes, a ello contribuye de manera eficaz,
la existencia de los dos grandes machones laterales, que actúan como líneas de
enmarque y de contención de toda la composición.