Fachada del Monasterio de San Joaquín y Santa Ana |
El monasterio de religiosas de recoletas de San Bernardo
tiene su origen en Perales (Palencia), fue fundado en 1161 por Doña Mencia de
Lara y por sus padres, los condes de Carrión Don Nuño y su esposa la infanta
Doña Catalina. En 1596 se trasladaron a Valladolid a un nuevo monasterio cuya
construcción corrió a cargo de Francisco de Praves, el cual en el año 1618 levantó
el primitivo claustro. El edificio se arruinó y en 1727 la comunidad se dirigió
al rey Carlos III solicitando su reconstrucción ya que era fundación de
patronato regio. El rey aceptó la demanda de las religiosas de reconstruir la
totalidad del monasterio y encargó los planos de la nueva construcción al
arquitecto real Francisco Sabattini. En 1781 se iniciaron las obras siendo el
director de las mismas el italiano Francisco de Valzania, participando como
contratista el arquitecto vallisoletano Francisco Álvarez Benavides, y al final
de la obra Manuel Mariátegui. El templo fue consagrado en 1787. En la
actualidad la comunidad de monjas pertenece a la Orden Cisterciense de San
Bernardo, siendo también la sede de la Cofradía del Santo Entierro. En 1956 el monasterio
fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional.
Planta del conjunto |
El monasterio es una obra de estilo neoclásico, austera y
sobria. En su exterior apenas presenta elementos decorativos y está construido
principalmente con mampostería, tapial y ladrillo, utilizándose muy poca
piedra. Presenta la tipología habitual de los conventos, constituida por la
iglesia, el coro bajo, el claustro, la sala capitular, el refectorio, las
dependencias y la huerta.
La fachada presenta un esquema de impostas lisas y molduras
planas, la parte de la fachada correspondiente a la iglesia presenta unas
molduras más ricas las cuales la jerarquizan y señalan su situación con
respecto al conjunto. Pilastras dobles aplanadas flanquean la portada,
constituida por un vano adintelado con guardapolvo, encima una hornacina con la
escultura de Santa Ana del siglo XVI procedente del viejo monasterio, al igual
que la puerta de entrada. El conjunto se remata con un frontón triangular en
cuyo tímpano está colocado un escudo real indicando su patronato.
Imagen de Santa Ana del siglo XVI situada en la fachada |
Al interior de la iglesia se accede a través de un
pequeño atrio, su planta la forma una nave elíptica cubierta con cúpula en la
que se abren óculos, esta rematada por una pequeña linterna que se trasdosa al
exterior mediante un tejado cónico. El interior de la iglesia se organiza por
medio de pilastras toscanas que soportan un gran entablamento sobre el que nace
la cúpula. Siguiendo el eje mayor de la elipse que forma la nave, se sitúa la
capilla mayor, tiene planta cuadrada y
está cubierta con una bóveda de media naranja sobre pechinas, esta se abre a la
nave a través de un arco que sobrepasa el entablamento para conseguir que la
conexión entre la elipse de la nave y la capilla mayor sea lo más intensa
posible, dando como resultado una gran espacialidad desde el atrio hasta el
retablo mayor de la iglesia. En el lado de la Epístola se abre el coro monacal
con una sillería neoclásica, en él se encuentran enterrados los benefactores
del monasterio, la iglesia también dispone de un coro alto situado sobre el
atrio de la entrada. A lo largo de la elipse de la nave mayor y situadas entre
las pilastras toscanas se abren seis hornacinas, las cuales acogen seis grandes
retablos neoclásicos realizados en madera, jaspeados imitando a mármoles verdes
y dorados con pan de oro, están decorados con angelotes, aletones, pilastras y
alternándose, frontones triangulares y curvos. Cada uno de los retablos
contiene una importante pintura, realizada bien por Ramón Bayeu, o por
Francisco de Goya en 1787.
Retablo mayor |
El retablo mayor situado al fondo de la iglesia, se
organiza por medio de cuatro columnas corintias que soportan un entablamento,
en su hornacina central se encuentra un conjunto escultórico de finales del
siglo XVIII que muestra a Santa Ana, a San Joaquín, y a la Virgen.
Desde 1978 en las dependencias del monasterio se instaló
un museo de arte sacro, en el que se pueden contemplar imágenes religiosas y
objetos monacales, destacando las tallas en madera policromada correspondientes
al Cristo Yacente de Gregorio Fernández
de 1634 y una Dolorosa de Pedro de Mena de 1670.
Cristo Yacente de Gregorio Fernández |